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No hay felicidad que te venga bien

2010-07-14 04:42:37
No hay felicidad que te venga bien
Por Henry_Drae
Te pasas anhelando encontrar al hombre de tu vida, y cuando crees que lo alcanzaste, cuando todo te parece demasiado bueno para ser realidad, boicoteás la relación sólo para decir eso: "¿viste? ¡yo sabía que algo raro había!" Y lo más raro resulta ser que no te quedaras en el molde a disfrutar.
A vos si que no hay felicidad que te venga bien...

Lo conocés como al pasar, pudo ser en la calle, o en la red, o en las calles de la red, que son tan distintas a las otras que terminan dándote el mismo duro pavimento para que te hagas torta la cara al final, de igual manera. Es un tipo relajado, tiene una mirada bondadosa, no se pone en pose y sobre todo es muy divertido. Te hace reir, y venis tan cascoteada que eso es una bendición. No te hace promesas pero tampoco parece tomar el tema de las relaciones a la ligera. No tiene mucho dinero ni le da importancia, se sostiene dignamente pero no le pidas ya auto, casa propia y pensión alimenticia porque vas muerta.
Si bien está predispuesto a formar pareja y quizas una familia, valora mucho su independencia. Y la tuya por supuesto.

El tiempo pasa y todo va sobre rieles. Comparten todo lo que pueden y te ayuda en lo que dejás que te ayude. Toma todo lo que puede a la risa, pero cuando te invaden los problemas se hace cargo en lo que pueda para ayudarte. A veces parece muy soñador, pero sabés que trata de hacer que no te desesperes y de marcar su presencia junto a la tuya. Intimamente hace mucho que no te sentís así con alguien. Aunque sea cursi y te niegues a creerlo "te completa", te da piel, se entrega a vos sin temores, quitándote en ese momento los tuyos propios. Su mirada te lo dice todo, y la tuya le responde de la misma manera. Tanto vos como él se encuentran muchas veces diciendo que no lo pueden creer, que parecen dos adolescentes, que jamás dejarían que todo eso se arruine, que se aman...

Pero no, es demasiado perfecto, "Hay gato encerrado"-pensás-. "No puedo perderlo así, me muero si me deja, y para eso tengo que estar alerta".
Tenés que saber que pretenden sus amigas intimas, estudiar como son con él, como lo miran, con que objetivo. Tenés que marcar territorio, que el mundo entero sepa que es tuyo, aunque sea con un berrinche chiquilín para que el te defienda frente a todos como si fueses su hija. Como el más necio patovica, de ser posible, que no entienda más razones que las tuyas, su dueña, para pelearse con cualquiera. Así estarías segura de que es tuyo, muy segura.
Pero sobre todo tenés que ponerlo a prueba, pedirle algo que le haga pisar el palito de alguna manera, que lo saque de su perfección.
Entonces lo haces, y en un episodio confuso, tanto como esa trampera oxidada, esa manzana del eden machucada que preparaste, él falla, porque querías que falle. Porque querías saber que no era perfecto. Notás su desconcierto, porque haces un escándalo y la deshonra y la decepción parecen ser sólo tuyas. No se trató de comprobar si te sería fiel, no hubieras ido tan lejos. Fue una chiquilinada del tipo guardar un secreto, de un tema que no lo justificaba en lo absoluto. Como asignarle el valor de un tesoro a una miga de pan sólo para que la cuiden por el valor que le has impuesto caprichosamente. Como ese dato trasciende, enseguida y sin poder verificar si él cometió una indiscreción, lo condenas de antemano por traición y le decis que jamás volverías a confiar en él. Pero así y todo, más allá del escandalo decidis tratar de recuperar o de seguir la relación. Claro que a tu modo. Decidis volver a foja cero y proponer una salida con besos en la mejilla. Para empezar es desconcertante pero está bien. Lo feo llega cuando luego de mucho baile, muchas risas y algo de alcohol, te despedis de la misma manera.
Luego confesás que tuviste que controlarte para no besarlo ni dejar que lo haga (y lo agradecés al cielo) después de discutir sobre reclamos antigüos que nunca dejás de hacer. Reclamos que en lugar de diluirse y ser muestras de unos pocos escollos a vencer, se agigantan con cada intento de conversación. Pretendés que se arrepienta de haber sido causante de los males del mundo entero, como para empezar. Todo lo que te gustó en el antes, ahora es un intento de ofensa. Y llegás a la conclusión de que tenías razón, no podes seguir con un hombre así.
No podés.
No podés.